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Nació siendo Ramón Castillo, un chico normal y corriente. Pero ya cumplidos los 30, tuvo una “iluminación”: el era la reencarnación de Dios y debían llamarle Antares de la Luz. Su religión se basaba en el cristianismo apocalíptico, el chamanismo, la sanación oriental, la creencia en seres extraterrestre y la filosofía de Carlos Castaneda. Sacrificó a su propio hijo de dos días arrojándolo al fuego. Hablamos con Manu Carballal de este caso.
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