En Arsénico Caviar estamos constantemente al límite de nuestra propia contradicción por culpa del neoliberalismo y el patriarcado, pero una cosa sí que la tenemos clara: odiamos a los buenos. No odiamos la bondad, ojo, sino a ese tipo de persona que siempre se posiciona en un plano moral superior, que dicta y decide cómo debe comportarse (e incluso sentir) el resto de la gente y que te recuerda constantemente lo mal que lo estás haciendo. Porque los buenos, amigos, no son tan buenos y la búsqueda de LA BONDAD pasa, irremediablemente, por asumir que podemos errar, equivocarnos y, en definitiva, ser un poco malos de tanto en tanto. ¿De qué otra manera vamos a aprender?
En Arsénico Caviar estamos constantemente al límite de nuestra propia contradicción por culpa del neoliberalismo y el patriarcado, pero una cosa sí que la tenemos clara: odiamos a los buenos. No odiamos la bondad, ojo, sino a ese tipo de persona que siempre se posiciona en un plano moral superior, que dicta y decide cómo debe comportarse (e incluso sentir) el resto de la gente y que te recuerda constantemente lo mal que lo estás haciendo. Porque los buenos, amigos, no son tan buenos y la búsqueda de LA BONDAD pasa, irremediablemente, por asumir que podemos errar, equivocarnos y, en definitiva, ser un poco malos de tanto en tanto. ¿De qué otra manera vamos a aprender?
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