Muchos padres no son capaces de entender por qué sus hijos prefieren mirar en una pantalla como juegan otros niños, en lugar de hacerlo ellos mismos. Una curiosidad innata provoca que el niño siga sin pestañear las andanzas de otro delante del móvil o la tablet. Muchas veces estos aparatos se convierten en sus cuidadores virtuales. Y no sabemos qué es lo que están viendo. Este mes en ‘Deep Talks’, uno de los ‘podcast’ de BBVA, hablamos con Esther Martínez Pastor, investigadora becada por la Fundación BBVA. Su proyecto se llama “Familias y niños: el negocio de los canales de los niños YouTubers” y trata de estudiar la evolución y los elementos que configuran la profesionalización en los canales de los niños YouTubers (menores de 13 años edad) a partir de tres países distintos como son Estados Unidos, Reino Unido y España. El negocio de la curiosidad llevado a las redes sociales. La fricción entre vivir las emociones de otros y la necesidad de entender una nueva forma de ocio que no es, como ninguna herramienta, ni buena ni mala per se. Los padres deben acompañar y entender que es lo que hace disfrutar a su hijo.
Muchos padres no son capaces de entender por qué sus hijos prefieren mirar en una pantalla como juegan otros niños, en lugar de hacerlo ellos mismos. Una curiosidad innata provoca que el niño siga sin pestañear las andanzas de otro delante del móvil o la tablet. Muchas veces estos aparatos se convierten en sus cuidadores virtuales. Y no sabemos qué es lo que están viendo. Este mes en ‘Deep Talks’, uno de los ‘podcast’ de BBVA, hablamos con Esther Martínez Pastor, investigadora becada por la Fundación BBVA. Su proyecto se llama “Familias y niños: el negocio de los canales de los niños YouTubers” y trata de estudiar la evolución y los elementos que configuran la profesionalización en los canales de los niños YouTubers (menores de 13 años edad) a partir de tres países distintos como son Estados Unidos, Reino Unido y España. El negocio de la curiosidad llevado a las redes sociales. La fricción entre vivir las emociones de otros y la necesidad de entender una nueva forma de ocio que no es, como ninguna herramienta, ni buena ni mala per se. Los padres deben acompañar y entender que es lo que hace disfrutar a su hijo.
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